En el último número de la revista Los noveles podéis encontrar tres poemas de los dos libros en los que he estado trabajando estos últimos tres años: a Vigilia del asesino pertenece el primero y más largo, y los otros poemas forman parte del libro En los mares de ella.
jueves, 21 de enero de 2010
Tres poemas en el último número de Los noveles
En el último número de la revista Los noveles podéis encontrar tres poemas de los dos libros en los que he estado trabajando estos últimos tres años: a Vigilia del asesino pertenece el primero y más largo, y los otros poemas forman parte del libro En los mares de ella.
miércoles, 20 de enero de 2010
El libro del Génesis según Robert Crumb
(Ar
Cuando el pope del comic contracultural norteamericano anunciaba su proyecto de una adaptación completa y fiel del Génesis bíblico, muchos debieron de sentir perplejidad. Olvídenlo si esperaban ver a Dios caracterizado como Mr. Natural –viejo hippie irredento y sádico de largas túnica y barba- o a Adán como un enclenque gafado y con cara de éxtasis mientras se encarama a la grupa de una hiperfornida Eva –hípica pasion del propio Crumb y trasvasada a sus personajes.
En puridad, y si creemos en el carácter revelado de las sagradas escrituras, se puede decir que el guionista de este tebeo es Dios. En otra ocasión, Crumb escogía como tema de su obra a otro autor señero de la era contracultural -dentro del campo de la ciencia-ficcion esta vez-, Philip K. Dick: en “The religious experience of Philip K. Dick”, Crumb narraba en viñetas el extraño rapto místico que el delirante escritor afirmaba haber vivido. De alguna forma, podríamos considerarlo un paso intermedio hacia la obra que ahora nos ocupa: el propio Crumb ha narrado en sus escritos memorialísticos de 2005, traducidas al español como R. Crumb. Recuerdos y opiniones, una experiencia de pesadilla que sufrió en un momento dado de su relación con las sustancias psicotrópicas, muy al principio de su carrera y determinante para esta [1], aunque desprovistas del extraordinario elemento religioso que para el escritor estuvo revestida una experiencia también derivada, acaso, de los psicotrópicos: algo que Dick pareció tratar de describir posteriormente en sus obras, especialmente en las ultimas y con Valis como cima –en el sentido de summa de sus obsesiones al respecto y también de punto más alto de su delirio narrativo, que coinciden en una de sus obras de tono más autobiográfico. Es imposible deslindar, a lo largo de la prolífica carrera de Dick, el fuerte elemento esquizoparanoide de sus ficciones de una actitud y una visión rabiosamente satírica: algo así como un William S. Burroughs que realmente necesitase vender sus libros para poder subsistir con ellos. Creo que el lector de Philip K. Dick difícilmente prescindirá para sus últimas obras del tamiz de un sentido del humor absoluto, más pronunciado que en el resto de su obra, y sin el cual quizás es imposible entenderlas –puede que el hecho de obviar ese sentido del humor radical sea el que, comúnmente, eche para atrás al lector no rendido de antemano a la hora de enfrentarse a obras como Valis o La invasión divina.
Para su última y más ambiciosa empresa, el propósito de Robert Crumb no ha sido jugar con elementos interpretativos de distintas tradiciones en torno a los textos sagrados, ni la elucubración ficcional con tales bases sobre el presente o sobre un futuro en el que se acentúen los aspectos más negativos de nuestra sociedad, discutibles o con posibilidades de sátira y de juguetón delirio. Crumb, sencillamente, se ha planteado adaptar el primero de los libros que, valga el pleonasmo, integran la Biblia, el primero de los libros. Y su adaptación es, sorprendentemente, fiel y minuciosa. Una adaptación entendida en su sentido más respetuoso, en la que el adaptador aporta su arte, aquel que ha cultivado durante toda una larga carrera, pero llevado para tal meta a unas cotas de realismo jamás alcanzadas para este arte suyo. El resultado es sorprendente y espectacular.
Incluso los largos parágrafos del Génesis en los que el texto sagrado se limita a enumerar largas listas genealógicas, quedan transcritos en la adaptación de Crumb: con la amenidad añadida que les otorga su habilidad para el retrato vívido. En las memorias citadas, Crumb habla de su fascinación por los relieves asirios y babilónicos del Museo Británico, así como por aquello que representan -nótese que él mismo puntualiza- “visualmente”: es otro camino hacia esta cumbre en su trayectoria, que frente al jalón de la delirante hiperficción dickiana aporta el fuerte viso de ilusión histórica que logra con su adaptación; su descripción de lo que él vio en el Museo Británico hacen naturales los vínculos del resto de su obra con esta su ultima producción, Génesis: “Hay allí unas grandes y poderosas efigies con cabezas de ave rapaz, criaturas ciertamente feroces y de imponente aspecto. Aquí un guerrero blande su espada frente a un grupo de prisioneros; allá, varios soldados vencidos son arrollados por un carro. En otra sala se ve una gigantesca rueda de molino triturando a los enemigos del rey muertos en combate. […]/ Las truculentas y morbosas narraciones representadas visualmente en estos relieves mesopotámicos me resultan enormemente sugestivas. De hecho me interesan bastante más que las exquisitas y estilizadas obras egipcias del mismo periodo. Se trata de un arte más áspero y vivo que el egipcio, tal vez algo más individualista”[2].
Sustitúyase donde dice arte egipcio por, digamos, Gustavo Doré; porque, sin duda, el arte de nuestro asirio-babilónico Robert Crumb resulta, en contraste con un ilustrador canónico o representativo como Doré, extraordinariamente más áspero y vivo, y también individualista.
¿Individualista? “Mi generación ha crecido en un mundo moldeado por zafios programas de televisión, películas, tebeos, canciones populares y anuncios publicitarios. Mi cerebro es un formidable vertedero donde se acumula esa bazofia y, para bien o para mal, de ahí sale principalmente mi trabajo”[3]. Todos sabemos que Crumb ama toda esa bazofia. Necesitamos creerlo. Crumb nunca fue un aliado fácil: decíamos dibujante de la contracultura, pero también fue decididamente crítico mordaz con esta contracultura, un marciano que vestía y viste todavía al modo de los años 30 y que coleccionaba –y colecciona- viejos discos de pizarra con blue grass y música de banjo mientras su “generación” idolatraba e idolatra el rock y la guitarra eléctrica. Frente los sueños de cambiar el mundo, él esgrimía sus pulsiones sexuales y egoístas más incorrectas. Su trabajo, esta vez, ha elegido el más alto punto de partida, pero su interpretación de este libro, a través del tamiz de esa cultura que él enumera y aún nos conforma a nosotros sus lectores, hacen de su adaptación un trabajo único.
Aunque la única concesión al imaginario de esa cultura basura sea dotar a la serpiente del paraíso de brazos y piernas, para presentarlo como un monstruo de la más barata producción B, o Z; es una decisión que funciona muy bien gráficamente, antropomorfizando a la bestia –la Bestia con mayúsculas, de hecho-, y que Crumb, muy razonablemente, explica en una de sus notas epilogales: es a posteriori que Dios castigará a la bestia a arrastrarse sobre su vientre, desde entonces, y comer el polvo. Otro guiño a ese imaginario es la portada del cómic original, al modo de las viejas portadas de tebeos norteamericanos y en donde uno de los globos de texto nos avisa: “¡Nada ha sido excluido!” –en otro globo reza: los niños podrán leerlo con supervisión adulta. Una lástima, que en España hayan decidido prescindir de esta portada original.
Nunca ha dibujado Robert Crumb de forma tan realista, y sin dejar de ser él mismo. Nunca las robustas mujeres que Crumb adora dibujar han estado tan justificadas, por el papel nada aparte que desempeñan en el libro inicial de una tradición, la nuestra, tan paradójica y fuertemente patriarcal. Y todos los personajes son retratados con tal racialidad que este libro nos da la ilusión de transportarnos a los desiertos y roquedales bíblicos: casi se puede oler el sudor sobre esos cuerpos cubiertos con sus túnicas de lino. Precisamente, sus otros trabajos más realistas han sido los relacionados con escritores, como el citado en torno a Philip K. Dick o las ilustraciones que ha realizado para relatos de Charles Bukowski: en sus memorias citadas, nuestro autor relata su encuentro, en una fiesta, con este último escritor. Quien, relata Crumb, le espetó justo al conocerlo: “Tienes talento, chaval. ¡Aléjate de las fiestas!”[4]. Para llevar a cabo este Génesis, Crumb ha debido saltarse, desde luego, bastantes de esas fiestas que Bukowski le prescribía. Es su trabajo más extenso hasta la fecha. Y es toda una fiesta, visual y lectora. Antes hablábamos de un resultado espectacular: imaginen a un Cecil B. de Mille que ha bebido de la mejor tradición de la así llamada cultura basura, es decir la cultura popular de todo un siglo XX. Digo “la mejor tradición” y, en este sentido, es mejor dejar a Crumb que se explique: “Casi toda la cultura de masas es “palatal”, una manipulación calculada del impulso ligado al placer. En caso de que cuente con un auténtico valor nutritivo resulta mera casualidad, un efecto secundario”[5]: no es sorprendente, así, descubrir que la serie B, la cultura “basura”, resulta al cabo harto más nutritiva, reveladora y necesaria, en estos tiempos que corren de involución hacia planes A, patriarcalismos, feudalismos y demás fundamentalismos.
Robert Crumb ha prescindido aquí de los tics más epatantes de su obra, una obra que compone una sátira febril de una cultura como la nuestra, apoyada primordialmente en lo visual. El texto bíblico, repleto de comportamientos epatantes del ser humano, metáfora auroral donde comienza todo, ha servido a Crumb para que este destile lo mejor de su arte, y si el siglo XXI será visual o no será, aquí tenemos un viejo y venerable texto –el Texto con mayúsculas, el para muchos más viejo y venerable por antonomasia- convenientemente adaptado y listo para ese siglo. “Si parte de la imaginería en mi obra es algo tremebunda, se debe a que soy una persona fundamentalmente miedosa y pesimista. Siempre percibo esa índole voraz del universo que puede dañarte o aplastarte de un plumazo por mucho que midas tus pasos”[6].
El único inconveniente de esta empresa es que Crumb anuncia su irrevocable propósito de no seguir adaptando los textos revelados. Y es que, comprobados los resultados, uno desearía seguir leyendo al dibujante americano en tal empresa hasta el Día del Juicio.
lunes, 18 de enero de 2010
domingo, 17 de enero de 2010
Poesía: "no la entiendo"
sábado, 16 de enero de 2010
Se pretende infernal
miércoles, 13 de enero de 2010
Fragmentos para una novela en preparacion
Me cuentan de un chico que, en el mismo momento en el que se le diagnostica como superdotado, se transforma en un cenutrio. Quien me lo relata subraya la responsabilidad de sus padres, que lo colman de mimos, atenciones y caprichos. "Es que el pobre se aburre en clase", me cuenta que arguian a menudo los padres. Culmina su narracion mi informante declarando que, habiendo alcanzado tiempo ha la vida adulta, no solo no ha llevado a termino ningun proyecto serio, sino que ni siquiera se plantea enfrentar alguno. En la actualidad, cursa en Australia trepidantes practicas guiadas en torno a deportes de riesgo.
Sabian lo que hacian con ese chico, aporto yo: era demasiado peligroso. Imagino que mientras el genio hace puenting o surca riesgosas olas en las antipodas, el mundo puede respirar aliviado.
[Anecdota real, cabe advertir.]
lunes, 11 de enero de 2010
domingo, 3 de enero de 2010
Furiosa, delirante y polisemica
Joaquin Piqueras me incluye en su galeria Insolitos. Caminando por el lado "salvaje" de la literatura.
Me hace especial ilusion porque me gusta mucho la compañia que alli ofrece al texto que el mismo ha escogido, una reciente reescritura que he hecho de mi poema "Fiesta en el Saloon", publicado en mi libro Agujeros.
Pinchen aqui.
Gracias, Joaquin.