sábado, 26 de febrero de 2011
Dos poemas de José Corredor-Matheos
Todos los viajeros que van conmigo en el avión
son unos perfectos desconocidos para mí.
Todo es perfectamente desconocido para mí.
Todo es perfecto.
______________
Da la impresión de que si saliera del avión podría ir
andando sobre las nubes como si tal cosa.
Da la impresión de que si saliera de las nubes podría
subir al avión y salir volando como si tal cosa.
Da la impresión de que si supiera salir de tal cosa
podría subir al avión o andar sobre las nubes.
José Corredor-Matheos, en Jardín de arena, libro recogido en Desolación y vuelo. Poesía reunida (Tusquets, Barcelona, 2011).
lunes, 21 de febrero de 2011
Diario de mi vida en Facebook
No sé si este cuelgue visual que ha tenido mi facebook es imagen de soledad o de narcisismo.
Cosas que quedarán fuera de mi tesis de máster sobre el romanticismo inglés: ¿cuál es el emoticono para expresar la emoción de "lo sublime"?
Toda ciencia es magia y telúrica. Corto y pego de El Público: "Hay muchos kilos en el mundo, pero sólo uno es el auténtico. Es una pesa que cabe en una mano y se guarda en una cámara acorazada cerca de París [...] Cada año, tres hombres descienden hasta el sótano donde se encuentra el kilogramo, abren el portón y comprueban que sigue intacto".
Aventuras extraordinarias: Tenía tanto sueño que me he echado una siesta tan larga que ahora ya no tengo nada de sueño. No sé, debo considerar todo esto.
Haruki Murakami afirma en Público que no le gustan las películas de ciencia-ficción porque "el mundo es oscuro, llueve sin cesar y la gente lleva una vestimenta ridícula". ¿No es eso lo que MOLA de las películas de ciencia-ficción?
Lamentaciones patentadas para Facebook: No en mi muro, ¡NO EN MI MURO!
Aventuras extraordinarias: Tras dos tardes seguidas de largas siestas, me pregunto si las horas de sol perdidas me serán alguna vez devueltas bajo el sol del sueño de la noche.
Aventuras extraordinarias: Cae la noche, una vez más. Vivir aquí es desconcertante.
Toda la tarde pasando a limpio, ordenando, corrigiendo y ampliando un largo poema que escribí ayer sobre Thomas Bernhard, mientras ha sonado Strauss. Ahora voy a necesitar una aspirina, antes de dormir.
Aventuras extraordinarias: Estaba agotado antes de mi extremada y decadente SUPER-SIESTA: salir a la calle ahora, un viernes noche, será un placer vampírico.
"A nuclear era, but I have no fear", The Clash
04 de febrero a las 20:05 · ·Imaginar a Jacques Brel en el Olympia de París cantando canciones de los Clash.
04 de febrero a las 20:06 · · ·Aventuras extraordinarias: me voy a la siesta como quien manda un ejército para conquistar un país.
05 de febrero a las 15:16 · ·
Aventuras extraordinarias: He regresado de la siesta, allí no había nadie.
05 de febrero a las 18:17 · ·Preparando un examen de lectura: preparando un campo de minas donde cazar al inlector.
José Óscar López Al ilector. Al deslector. Al ileído.06 de febrero a las 18:16
Fin del fin de semana: lunes, comienzo del `come on baby / surfin´safari´semanal.
07 de febrero a las 15:31 ·Lo malo del cambio que se propone en los horóscopos es tener que cambiar, a estas alturas, de personalidad. ¡Qué pereza!
Salgo a comprar tabaco y bolígrafos. Un decena de bolígrafos. Aún recuerdo cuando pensaba que era imposible gastar un bolígrafo antes de perderlo.
Narraciones extraordinarias: Acabo de volver de mi paseo.
Vuelvo a la lectura de su `Dietario Voluble´ en cada rincón del día que puedo y siento que es como volver a una partida de póquer lenta y demorada, a la que vuelvo con gozo y ganas de jugar cada vez que abro un libro de Enrique Vila-Matas.
El escritor como jugador de póker, el escritor que muestra sus cartas de ficción y guarda sus cartas de ficción, en todo caso con cara de póker mientras el contrincante de enfrente, esto es el lector, pide verlas y ver más, más, ¡más!.
Si me sintiese un poco más perezoso, sencillamente me desvanecería en el aire.
Después de tanto trabajar tengo tanto trabajo acumulado y a medias que no sé si echar el resto de la tarde viendo películas.
Variación 2: Después de tanto trabajar tengo tanto trabajo acumulado que no sé si echar el resto de la tarde paseando.
Y variación 3: Después de tanto trabajar tengo tanto trabajo acumulado que no tengo más remedio que seguir trabajando.
Narraciones extraordinarias: Amanece y solo encuentro sosiego en los Nocturnos de Chopin.
Narraciones extraordinarias: Salir a dar una vuelta, a media mañana, como quien se rinde.
Narraciones extraordinarias: si un salir a pasear es un rendirse, regresar de ese paseo demasiado pronto es una doble rendición.
El genio se deprimía, sediento de una atención que no recibía. El impostor descarrilaba, ahíto de una atención que no merecía.
12 de febrero a las 12:51Mi conexión de internet va lenta y llevo dos días usando mis (viejos) tomos (físicos) del diccionario de la RAE: extraña, paleolítica, curiosísima sensación.
Hace 6 horas
"Yo adivinaba en ella una intensidad que era del todo extraña a la erótica, y la temía". Jorge Luis Borges, "Los espejos velados"
Hace 6 horasdomingo, 20 de febrero de 2011
Dos sueños
Vivo junto a una estación de trenes, una estación en la que durante muchos años cogí el tren para volver a casa: venía a estudiar, a recibir clases, a esta ciudad. Desde hace algunos años lo he vuelto a tomar, pero ahora desde esta ciudad y para impartir las clases yo. Entre las vías y mi casa hay un pequeño recinto cerrado por casas viejas, tramos de un muro coronado por cristales rotos y una compuerta para los coches de la empresa que se ocupa del mantenimiento de las vías y los trenes. Anoche soñé que paseaba con mi pareja, entre una multitud, por este espacio cerrado. Se celebraba una fiesta popular allí, creo recordar que había puestos que vendían comida, quizás también atracciones mecánicas para los niños y fuegos artificiales.
De repente, pasaba sobre nuestras cabezas un avión de pasajeros gigantesco. Mi pareja no se dio cuenta y yo le dije: mira. Seguí con la mirada el vuelo del avión, que iniciaba la maniobra de retomar cierta altura. La multitud miraba también el avión, que tras virar en exceso hacia arriba dio un violento vuelco y se precipitó contra el suelo. Un gran estallido sumió en el desconcierto a toda la gente. Ahí acababa ese tramo de mi sueño. Las llamaradas iluminaron las muros de las casas vecinas, y también los del edificio donde está mi casa.
Guardo recuerdo de muchos sueños pero solo unos pocos destacan por la viveza con que los soñé, o mejor por la fuerte impresión que me dejaron. No sé si este sueño perdurará en mi recuerdo, lo tengo muy vívido ahora pero es que escribo justo al levantarme, acabo de soñarlo y tecleo adormilado mientras sorbo mi primer café del día. Lo que es seguro es que recuerdo el sueño que voy a contar ahora, lo soñé hace ya un tiempo.
Siempre sentí fascinación por los asuntos de la astronomía. De niño y adolescente también me seducían las fantasías que tienen que ver con extraterrestres. Quizás una reciente etapa, o no tan reciente –tempus fugit: hace ya de aquello seis o siete años-, en la que devoré todo tipo de literatura esotérica, cerrara un triángulo para que yo, acto seguido, tuviese uno de los sueños más perturbadores que recuerdo haber soñado.
Eran también objetos invisibles que, de repente, se hacían muy visibles. Objetos muy, muy grandes, inconcebiblemente gigantescos, formando enormes y complejos sistemas. Lo que más me perturbó fue sospechar que siempre estuvieron ahí, aunque solo en ese momento se revelasen. Se trataba de planetas y constelaciones en el cielo, que en la noche de mi sueño se hicieron una presencia cercana, irreal y delirante. Para transmitir la idea, o mejor la imagen que me perturbó, necesitaría en todo caso de unas habilidades pictóricas que no tengo. Y esos inmensos objetos celestes, dotados además de inteligencia, se movían de repente: bailaban frenéticos sobre nuestras cabezas.
Fue una noche muy luminosa, por la luz de esas constelaciones inabarcables y por el asombro que me producían, así como por la luz que reflejaban y las atmósferas y las superficies cambiantes de esos planetas inmensos y cercanos, demasiado cercanos, que se acercaban y bailaban, anunciando algo inminente, alguna clase de revelación. Lo recuerdo todavía y supongo que lo recordaré siempre, no solo por lo vívido de las imágenes sino por la inminencia de esa revelación, que no se dio y por la que tampoco me pregunto, más allá de la sensación de habitar o de recuperar, más bien, la sensación de habitar un universo extraño.
(Imagen vía).