viernes, 30 de septiembre de 2016
Mártires
Escribe Chirbes en Crematorio que "también el capitalismo exige su ración de héroes, de mártires, a los que, además, condena al silencio. Al contrario de lo que ocurre en el ritual cristiano, los mártires del capitalismo son el ejemplo que no hay que imitar. Los fracasados, los que quiebran, dejan acreedores, impagados, deudas. El capitalismo convierte a sus mártires en proscritos". Pienso en vuestra súbita celebración de Pedro Sánchez en las redes sociales, seguramente el político más inane que ha cruzado fugaz nuestro firmamento, ejem, político, y devenido héroe en el momento en que se ha opuesto a su partido, un PSOE que hace tiempo os da, nos da lo mismo; o me acuerdo también del caso paradigmático de Aznar, antistar absoluta, uno de los políticos con menos carisma o de carisma directamente bajo cero, que en el momento de convertirse en expresidente se abandona a una absurda vigorexia, a una melenita de adolescente pijo y a declaraciones en las que reivindica su derecho a conducir borracho. Y pienso que en el reino de la política, definitivamente, seguimos siendo, a uno y otro lado de la escena o los muros del parlamento, unos románticos.
miércoles, 28 de septiembre de 2016
La épica y sus muros
Con sus largas tiradas de versos como hileras
de ladrillos, la épica construye muros. El carácter es el destino, decía
Heráclito hace ya mucho tiempo, antes de casi todo, pero parece que los hombres
se empeñan en invertir el orden de su idea: construyamos una identidad, se
dicen primero, y para ello se ponen manos a la obra y tratan de construir su pequeña,
esforzada épica. Y los héroes, esa cosa tan de preescolar en el gran colegio
tozudo de la humanidad –tozudo porque se empeñan ya no en repetir los cursos,
sino en bajar una y otra vez de ellos, hasta los primeros niveles-, se repiten: "Esta es mi épica, este es mi paraíso y mi
infierno".
La épica, decíamos, construye muros con sus largas, inacabables tiradas de versos. La clásica del lado de la vida, para
defenderla de los enemigos, en la guerra, y regresar después a casa; y afirmar
la casa y construir en ella una identidad. Con Dante, en los albores de la edad
Moderna, ya para separar la vida, ese infierno constante, del cielo que
Beatrice mereció y él, Dante, parecía seguro de merecer al final de su vida –nosotros,
sus lectores, así se lo deseamos al pobre-. Y, finalmente con Milton, en los
comienzos de la edad Contemporánea, y confirmando un interés prioritario por
parte de los lectores en la obra de Dante, para terminar de concluir la laboriosa
reclusión del hombre que él mismo ha ido construyendo ladrillo a ladrillo, generación
tras generación, en el infierno.
martes, 27 de septiembre de 2016
Re-signarse
Re-signarse: volver al signo para cobijarse. Porque construimos
el signo para defendernos de las cosas y de él partimos para enfrentarnos a
ellas, armados con la coraza que el signo se nos antoja. Y cuando las cosas nos
decepcionan, regresamos al signo para curar nuestras heridas.
Pero también ese prefijo anuncia la insistencia:
re-signarse, re-significarse antes de volver a la carga, contra las cosas. A
menos que te quedes en el signo solamente, sin el significado; como quien
antiguamente se per-signaba, casi sin per-catarse y a-catando gesto y signo sin más
a-signación que el ritual, del que el signo es también señal clara: somos repetición
y costumbre, con-signamos y de-signamos nuestra moral, nuestra costumbre, por
repetición.
viernes, 16 de septiembre de 2016
jueves, 8 de septiembre de 2016
Antropoceno eres tú
Los científicos están haciendo
gestiones, sus gestiones de científicos -supongo que su versión del papeleo y
de pedir cita y hacer cola ante mesas de funcionarios antipáticos y nada
colaboradores- para que pronto conste en todos los libros, en los de los científicos
y en todas partes, que desde hace un tiempo hemos entrado en una nueva era
geológica. Antropoceno, se llamará la cosa, o sea la era; la era del hombre,
porque por primera vez se considera que el hombre ha dejado huella duradera de
su paso por la Tierra: dentro de miles de años, alguien que venga a investigar
todo este montón de basura espacial se topará con una buena capa, entre las
otras muchas del planeta o lo que de él quede, que será, o fue debida al
hombre. La caca a ti debida, porque básicamente se trata de detritus. Durante
un tiempo se lleva considerando que esta era empezó con la Revolución
Industrial, pero esta incumple uno de los requisitos para el establecimiento de
una era geológica: las huellas que dejó no son homogéneas en todas las zonas
del globo. Algo que sí han conseguido los isótopos radiactivos liberados por
las explosiones de las bombas atómicas.
La homogeneización definitiva que consiguen estas bombas, y
que no consiguieron aquellas otras fábricas de pesadilla de Charles Dickens, me
hace reflexionar sobre la parcelita que hemos conseguido con nuestro nombre
para la posteridad -pero, ¿qué posteridad, la de nosotros mismos?-. Es como
cuando tiras algún papel a la papelera, en la calle, y alguien tira a tu lado
su propia cosa, su papel, su lo que sea, al suelo y te mira como si fueses
gilipollas. Y él lleva toda la razón, porque la conclusión que nos brinda la
geología hoy es fácil: si no eres lo suficientemente hijoputa, aquí no te
considera ni el Tato.
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