jueves, 1 de febrero de 2007

¡Excelsior!

Uno de los primeros tebeos que leí fue un ajado ejemplar de Los Eternos de Jack Kirby que mi padre tenía olvidado en algún cajón. Nunca olvidaré la épica grandiosidad con la que se presentaba a la cuarta hueste de los Celestiales o el heroico patetismo del rostro de Ikaris sufriendo la tortura neuronal de un monstruo con forma de pulpo acéfalo. Acabo de leer por primera vez la colección completa y no tengo palabras. No he dejado de recordar los grabados de Willliam Blake; Kirby era un visionario. Todos los personajes, además, son Doctores Manhattan. ¿Puedes imaginar algo así?

Mi primer libro de poemas se llamó Nuevos dioses como homenaje indirecto, en realidad sólo conocía a estos personajes a través de la versión de Mignola. Ahora tengo en la mesita de noche el primer tomo de la saga El Cuarto Mundo y siento esa emoción anticipada que despierta la seguridad de enfrentarse a una obra mayor. ¿Demasiada épica? Bueno, después de dos horas de ida y vuelta Lorca/Murcia releyendo en el tren La Hermogeníada de Javier Moreno estoy vacunado, formateado, libre y limpio de cualquier virus trascendentalista. Suena el Réquiem de Mozart, su Misa en do menor irá después. Me dispongo a viajar a los confines del universo, el planeta Tierra por ejemplo, para luchar contra las huestes de Darkseid y su propósito de hacerse con la ecuación antivida.

1 comentario:

sr hueso dijo...

el mundo flotante debe estar encallado en algún arrefice, porque no se mueve ¡¡¡Más posts!!