jueves, 24 de marzo de 2011

Bulimia cultural



Borges lo dijo poco antes y lo dirá poco después el autor posmoderno: antes que escritor, él es lector. Basta por pasearse por la blogosfera para comprobar que los ciberescritores y todos los creadores en general de nuestros días son, antes que nada, fabulosos consumidores culturales. Ah, la bulimia cultural, multiplicada hasta el infinito por la cultura del acceso instantáneo a cualquier información y también de lo gratis 2.0: la red como esa gran enciclopedia borgeana, que nos integra además, a poco que tengamos ciertas ínfulas de escritor, pero también de lector -¿se puede tener ínfulas de lector?- en la homérica cadena de El inmortal borgeano.


Se salvaría de la bulimia, en todo caso, el escritor recién caído del guindo, eternamente caído del guindo, pero es que estos, valga el "eternamente", estuvieron siempre aquí, entre nosotros, exhibiendo su anorexia hacia todo lo que tenga que ver con los otros y su obesidad a la hora de exhibirse a sí mismos: es aquel que cree que sus sentimientos y pasiones, perentorios, anteceden a cualquier manifestación cultural; manifestación que, en todo caso, si es que le prestase ojos u oídos, podría desvirtuar en algo, es decir torcer, las adánicas longitudes de onda de su valiosísima singularidad. Singularidades gratis. ¿Qué poetas lees?, puedes preguntarles. Y ellos te miran sin acabar de dar crédito a lo que oyen. Y casi puedes oírles decir, con desdén: "He dicho que escribo poesía, no que la leo".

Desdén hacia la influencia. Poesía: es un ejemplo. Aquellos que se creen sin doble, de camino hacia el infinito de sí mismos, juntos con aquellos que multiplican sus dobles, y los multiplican hasta el infinito. Bulimia cultural. Y abulia del bulímico. "Depresiones Biedermeier", que cantaban Astrud.

Acabar como Godard, cuando hace él mismo de personaje en su película Prénom Carmen. "Si el viernes no tiene fiebre, deberá abandonar su habitación. Esto no es un hotel", le anuncia el doctor. Y poco después la enfermera, leyendo las notas del papel que extrae de su máquina de escribir: "`Invisible, inexpresable´. Veo que hoy ha trabajado mucho, señor Jeannot. Pero ahora debe descansar".


[Actualización, 30 de marzo, 2011: Al final del segundo párrafo, donde escribí "Y casi puedes oírles decir" he añadido ", con desdén". Y en el inicio del párrafo siguiente he añadido "Desdén hacia la influencia".]

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