viernes, 13 de mayo de 2011

Ficción y verdad: Alma de Javier Moreno


¿Cómo escribir ficción en un mundo que es, ya de por sí, pura ficción?, se nos pregunta en la contraportada de la novela Alma, de Javier Moreno. Sorprende coger una novela, para buscar en ella un poco de ficción, y que desde esa novela se nos recuerde que ya vivimos inmersos en dicha ficción, en una pura y constante ficción. De hecho, no solemos tolerarlo demasiado, que se nos recuerde: “no se hable más del peluquín”, dice una fantástica frase hecha de nuestra lengua: basta, niño, deja de decir que el rey pasea desnudo y deja estar con más razón lo de su peluquín.

La ficción lo ocupa todo, en nuestras vidas: la guerra, en televisión, parece fuegos artificiales o un videojuego, los telediarios parecen teleseries y las teleseries novelones decimonónicos. Basta de peluquines.

Lo diré con un endecasílabo: basta de peluquines dieciochescos.

Javier Moreno ha querido escribir una novela en que contar la verdad, la verdad sobre sí mismo y, ya de paso, sobre todo lo demás, a ritmo de frase corta, muy corta, tan corta como lo que se tarda en decir, sin tapujos ni rodeos, la verdad.

Bueno, la verdad en apariencia: al fin y al cabo es una novela. No confundamos a Javier Moreno con Javier Moreno, de la misma forma que el cartero confundía a Javier Moreno con su vecino Javier Marías.

El momento en el que cruje la bolsa de papel con libros de Javier Marías, cuando Javier Marías abraza su bolsa de papel de la FNAC cargada con libros y mientras los dos Javier M. suben en un silencio tenso, a bordo del ascensor, camino de sus casas contiguas; ese silencio, y el crujido de esa bolsa, creo que va a ser uno de los mejores momentos que nos va a deparar la novela española este año.

Bueno, en ese ascensor y entre ambos Javier M. sucede algo más que el crujido de esa bolsa. Al menos, en la imaginación de uno de ellos. Pero no puedo revelarlo, ¡no puedo revelarlo!

Alma es una novela, sí, pero uno no puede dejar de leer, aparte de por la brillantez de muchas de esas frases y muchas de esas verdades, válidas a un nivel, digamos, general, por el morbo de la verdad particular que suponen, que revelan o que generan: hasta dónde llegará todo esto.

A lo mejor este es el siguiente paso tras la autoficción: la altero-confesión, o la hetero-ficción. La verdad, al fin.

Es decir: otro repliegue. Y otro peluquín.

Me estoy acordando de un poema de Javier Moreno, de su libro Acabado en diamante:


La metáfora es movimiento

El movimiento es imagen

La imagen es metáfora

Se cierra el círculo


Otra imagen


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