martes, 7 de febrero de 2012

Animales sensatos


Los más sensatos animales,

vaya noche.


Decisiones y veredictos.

Un discurrir que agota al más pintado,

un escurrir

de la pintura mientras tanto:

luego vuelvo.

Volveré chorreando.


Seres humanos, al jardín.


Primero ella y luego yo,

y luego yo, con ella, en todas partes.

Contigo, y a diario.


Te pintas, otra vez, cerca del cielo.


No era saliva, eran más bien nuestras pinturas.

Un baño de saliva, una constelación

pintada en frescos y murales:

la bóveda celeste.

El cielo es un lugar del que se vuelve.

Miras el cielo, es un océano

que se derrama en ti.

Te pones de puntillas, chapoteas.


Las cicatrices no son cremalleras.


El auditorio del jardín abre sus puertas

y la asamblea de los pájaros

emite su juicio ininterrumpido.


Y las flores, allí,

construyen catedrales.


Si el mar es de color azul,

¿de qué color es la saliva?

Y ¿cómo regresar del babear?,

preguntas, ladras.

Tiras el hueso dentro

de ti, porque esperas seguirlo.


Piensas, formulas, dices,

pero no.


Es tranquilizador.


Es un regreso

algo más lejos, siempre,

de allí donde estuvimos una vez,

este lugar no sospechado.


Abro la casa donde está lloviendo siempre.


La lluvia fija todo lo que importa

aquí, en el interior

de mi casa mental.


Escucho cómo caen las lecciones, una a una.


La tristeza, aparente,

es solo la fachada

de mi colegio psíquico:

persiste seria y triste

pero solo porque toda alegría

acaba disipando

lo que permite la alegría.


Paso allí muchos años.


Ahora estás vestida.

No, espera.

Faltan aún algunos años.

Ahora te veo de espaldas

y no puedes oírme.


Tu tiza dibujando

vías en la pizarra.


Todo lo que me enseñas permanece.


Tú, tus maneras,

en todo lo que veo,

y que se mueve

igual a ti.


Tu deslizarse, profesora.


La lluvia, el ruido que haces,

el ruido de tu mente.


Incluso tú, lejana:

todo, dentro de mí,

persiste todavía.


Fuerzas oscuras: no

tienen que ver conmigo.


Y las sombras se explican, elocuentes,

a espaldas de la luz.

Es lo que piensan de la luz,

pero la luz se va

y todo se hace sombra, que es lo mismo

que decir: ya no hay sombras.


Y la elocuencia de todas las cosas

se hace interminable,

quiero decir: no se detiene.

Y podemos hablar, ahora, tú y yo,

allí, en medio,

de todo lo que insiste en explicarse

y sin miedo a que nadie nos escuche.


Puedes imaginar que el gato

idea sonetos en su siesta.


¿Qué hacer?

Chica, yo lo que diga el gato.


¿A dónde vas de viaje este verano?

Yo no viajo.

Ni en verano ni nunca

porque viajar es vulgar.


No estoy siendo sincero con mi ojo interior.


Despierto sin saber dónde lo hago.


Qué mañana más agradable,

voy a tratar de disfrutarla.


Debo decirte, es importante, que en el patio

no estoy jugando solo.


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