lunes, 6 de abril de 2009

Diario de trabajo (el mismo cuaderno, arriba)


La novela seguía, en secreto, su curso; y sin mi ayuda. Quedaba exonerado de seguir orbitándola a lo largo del día y también de la noche. Más allá de la mesa del portátil, aún con el portátil abierto –ronronea casi siempre-, puedo abrir nuevas vías ficticias: son mentira, porque no llego lejos. Sigo atado si es ella quien me orbita, y en el sueño no curo mis días, son los suyos que arrojan sus sombras y que forjan sus luces para el día. Curados, renovados.
Todos los personajes, sus trayectos, conducen hasta allí: es siempre más allá, donde no puedo verlos. Y no importa. Si afirmo ahora los pies. En este suelo. Sé que pronto. Volaré.

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