Esta mañana vuelvo a toparme aqui -blog de Francisco Machuca- con Cyril Connolly, y leo esta cita: "Es hora de cerrar los jardines de Occidente y desde hoy un artista será juzgado sólo por la resonancia de su soledad o la calidad de su desesperación". Vale, me digo, hoy no hay mudanza: toca paseo por la libreria. Decido ir a una situada en unos centros comerciales: lo suficientemente lejos como para no caer en la tentacion de ir a la casa nueva a adelantar trabajo. Pero claro, en unos centros comerciales hay mas tiendas, aparte de librerias -de una, y gracias, libreria-; por lo que acabo llevandome tambien cosas para la nueva casa. Y perdiendo el resto de la mañana y el principio de la tarde deambulando por los altares del choping.
Tambien le he preguntado a una dependienta de una jugueteria si tenian el juego de El imperio Cobra. Era de mi edad, pero no lo conocia. Le explico que es de los ochenta, aunque vi en Internet que hicieron una edicion hace no mucho. "Yo es que me hice friky mas tarde. Bueno, miento: vestia al Mazinger de mi hermano con las ropas de la Nancy", me explica.
Asi que vuelvo a casa. Con el libro de Connolly en la saca.
Y esta tarde, al fin, me tumbo dispuesto a quedarme quieto y bien guarecido el resto del dia. Seguir con mis lecturas pendientes, ver alguna pelicula esta noche. De momento, he pensado, seguir tumbado aqui; sin moverme demasiado. Miro de reojo el libro de Connolly, que he situado cerca, y no me resisto a cogerlo. Estoy a la mitad de otras lecturas, asi que me digo: abro al azar el libro y me llevo una muestra de lo que escribe. Solo eso.
Asi que abro al azar. Y leo lo siguiente -no me resisto a transcribirlo, tras las carcajadas mias acompañando a las del personaje; si no les apetece leerlo les dejo aqui otra pequeña cita, que puedo leer ahora, sentado al ordenador, en la pagina contraria a aquella que transcribo: "Ahora me veo obligado a admitir que la ansiedad es mi condicion natural, ocasionalmente interrumpida por el trabajo, el placer, la melancolia o la desesperacion".
Y leo lo siguiente, decia:
"Un joven que deseaba casarse le pidio consejo a su tio, un viejo cortesano de los tiempos del principe Eduardo. "Nadie querra casarse contigo tal como eres ahora -dijo tio-. Debes adquirir cierto lustre, tu propio aroma especial. Compra una casa, aprende sobre mobiliario y pintura, consigue los libros recientes, escucha musica, descubre a quien invitar y como servir comida y vino. Entonces tendras algo que ofrecer, y todas las madres adecuadas te saltaran encima". El joven siguio el consejo, y unos quince años mas tarde volvio a visitar al antiguo visitante de fin de semana de Fort Belvedere, cuyos ojos ahora rara vez estaban lejos de las lagrimas o del alcohol.
"Mi casa es perfecta -chillo el crispado joven-, los cuadros son los adecuados, el cuero verde de los lomos de los libros refleja la luz del ocaso, comodas Luis XVI descansan en las alcobas, hay agua de Malvern y dulces junto a cada cama, y en cada baño piedras de colores sujetan el papel, dispuesto en pliegos sueltos aromatizados. Quien cena conmigo nunca bebe en exceso ni vuelve a su casa demasiado sobrio, quien come conmigo nunca recuerda nada de lo que ha dicho. Al fin soy un partido inmejorable. ¿Que he de hacer?"
El viejo galan solto una carcajada y encendio su tercer habano. "Sigue asi -dijo entre risas-, creo que ya estas a salvo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario