lunes, 11 de julio de 2011

Sunset Boulevard. Otro descenso al infierno



“Los problemas de la locura rondan la materialidad del alma”, escribió Foucault en Historia de la locura en la época clásica (trad. de Juan José Utrilla, Fondo de Cultura Económica, México DF, 2010, tomo I, p. 35). Se dice que los salvajes creían que las cámaras fotográficas robaban el alma y al cine, poco después de ser inventado como espectáculo, se le llegó a denominar la pantalla del diablo. Pero la gran fábrica de imágenes del siglo XX, el motor del imaginario del siglo XX, también podía crear delirios que confundiesen a sus mismos soportes materiales, los actores que encarnaban a los protagonistas de ese imaginario: se dice que, en los últimos años de su vida, Bela Lugosi se creía Drácula. La ficción contamina la realidad, no solo la del espectador, paciente de la ficción, sino también la del actor o agente de esa ficción.

Así el personaje que interpreta Gloria Swanson en Sunset Boulevard de Billy Wilder -película titulada en español El crepúsculo de los dioses- enloquece de idealidad y de ficción, creyéndose ya no un personaje –aunque devenga finalmente la Salomé con la que, en efecto, quiere volver a las pantallas- sino ella misma como estrella, como actriz eterna. “La locura está, pues, más allá de la imagen, y sin embargo está profundamente hundida en ella; pues consiste solamente en hacerla valer espontáneamente como verdad total y absoluta” (Foucault, ibid., p. 362).

Después de volver a ver la película, me fascina sobre todo la última escena. Se nos narra, al fin, la muerte del narrador que desde el principio se nos anticipó; se nos muestra la misma imagen con la que se abría la película, el narrador -¡así que era el narrador!- flotando muerto en la piscina –y rodado desde abajo-; y Norma Desmond desciende las escaleras ante la luz de los focos, mientras los policías quedan congelados en su ascenso por esas mismas escaleras.


“La locura designa el equinoccio entre la vanidad de los fantasmas de la noche y el no ser de los juicios de la claridad” (Foucault, ibid, p. 384). Norma Desmond fabrica, una vez más, la imagen de sí misma ante los flashes y las intensas luces de los focos. “Es la noche vacía del error; pero ante el fondo de esta primera oscuridad, un relámpago, un falso relámpago, va a estallar: el de las imágenes. Se levanta la pesadilla, no en la clara luz de la mañana, sino en un cintilamiento sombrío: luz de la tormenta y el crimen. […] En esta noche, los fantasmas encuentran su libertad […]. Pero todas esas imágenes convergen hacia la noche, hacia una segunda noche que es la del castigo, de la venganza eterna” (Foucault, ibid, p. 386).

Norma Desmond desciende las escaleras, haciendo caso omiso de los periodistas y los policías reales que suben, o mejor que subían, porque quedan congelados en el acto de subir, fascinados por la actitud de la actriz, su elegancia de estrella pretérita, que no es de este mundo, atendiendo a las cámaras que la aguardan abajo, que ya la ruedan desde abajo, preparando para las pantallas no la idealidad demente de la actriz sino la pura materialidad de lo real, la terrible noticia acaecida esa noche: ella cree que ruedan para su próxima película, para su vuelta al estrellato, su regreso al firmamento, pero en realidad ruedan a la criminal y a la demente, tras su pecado y su culpa, su crimen, camino del infierno.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres un crack! creo que ya te lo había dicho en alguna ocasión, pero si no lo había hecho, lo hago ahora, eres un crack! . María

Joseóscar dijo...

¡Muchas gracias, María!

Carlos Huerga dijo...

Hola José Óscar:
qué casualidad, volví a ver Sunset Boulevard hace cuatro días, y me gustó todavía más que las primeras veces. Es una auténtica joya, desde la narración, al papel de Gloria Swanson, la crítica feroz a Hollywood, el metacine o el humor. Qué maravilla!! Por cierto, se puede interpretar el infierno de Norma Desmond como el paso del tiempo, y amigo, todos vamos derechos al mismo sitio... la película admite múltiples interpretaciones, pero siempre estará la del descenso al infierno.
Un abrazo,
Carlos.

Joseóscar dijo...

Las obras maestras admiten siempre múltiples lecturas, acaso inagotables. Mi revisión de esta película ha estado condicionada por la lectura, estos días, del libro que cito de Foucault, así como de otros que analizan los siglos XVIII y XIX -por ejemplo, la biografía de Schiller escrita por Rüdiger Safranski: ¡combustible para mi tesis de máster, que debo entregar en septiembre!-; en todos ellos, se insiste en el salto que dan la ciencia y la cultura occidental al cifrar la unión indisoluble del mundo del espíritu y el mundo de la materia, siguiendo el rastro de Spinoza.

Este tema, así como el de la locura, ha motivado esta pequeña reflexión en torno a la película. El protagonista, por ejemplo -se me ocurre ahora- se debate entre la idealidad de la Swanson, demente o pervertida por su falta de realidad, y la ingenua, no pervertida por la idealidad -ni por el tiempo que tú apuntas-, la "sana" materialidad -en sus aspecto más carnal o sexual- de la chica que corrige guiones, y que le ofrece una última salida antes de su muerte; una salida, claro, que él no toma.

Ese fundido final del primer plano de la Swanson, devenida en fantasma -ni espíritu ni materia, propiamente en ese limbo que podríamos llamar infierno-, me decidió a terminar de escribir esta revisión o lectura de la película. Infierno, sí, porque toda locura transforma al sujeto en un fantasma, un condenado en el reino del no-ser, y a todo lo que le rodea, contagiado, en un infierno.

Un tema, el del infierno, que me encantaría analizar muy pronto en las películas de David Lynch, que tú tan bien conoces -el poema que le dedicas a `Lost Highway´ es uno de los que más me gusta de tu libro.

Me encanta que te pases por aquí, Carlos. Un abrazo muy fuerte.

Carlos Huerga dijo...

José Óscar:
es muy interesante leer la película (enfocado en Norma Desmond) bajo el prisma de la tesis de Foucault. Por cierto, muy buena la idea de las dos vías que se le abren al protagonista (idealidad de Norma y materialidad de la guionista). Lo interesante, y lo cañero (y más para la época) es que el prota no elige a ninguna, porque pretende irse al periódico de Ohio (o al menos eso nos dice, aunque podría estar mintiendo porque, como sabemos, acaba muriendo).

Y lo de Lynch, cierto, sus películas son variedades sobre el descenso a los infiernos... Me encantaría ver esos análisis.

Un abrazo,
Carlos.