bajé para estar solo.
Soy partidario de toda mitología,
me gusta oír historias,
una versión tras otra, en acabar mal.
alrededor de la basura. Vivimos en el fondo, ¿qué esperabas?,
de un antiguo canal urbano. Vimos a los fenicios,
Griegos, romanos o vikingos, todos gentes de sed
La Batracomiomaquia acostumbrada, aquí en el fondo.
Un cierto aliento épico que explique todo o nada.
Un portal de Belén en los desiertos de la Luna
cuando la Luna canta en los reflejos del canal.
Aquí, en el mundo sublunar, todo transcurre muy despacio:
Imagina mi mundo subacuático. Sumérgete y ven a verlo.
Viene una multitud de patos flotando en los detritos,
en burbujas fosforescentes y, chico, era el progreso.
Resulta algo repetitiva, su canción,
pero dicen que acaba bien.
Mis hermanos del agua,
de la tranquilidad flotante, de la torpeza y el tartamudeo,
contadme lo que veis, cuac-cuac, allá arriba.
¿Puedo escuchar a las aguas cantando?
Solo lo imaginaba.
Hace tiempo emergí
y todo lo que escucho
no es más que mi respiración.
Renuncias a tu inteligencia.
Bueno, no me costó ningún trabajo.
Aprendo a hablar primero
para decirlo.
Bueno, pues ya me he ido. Ya no estoy.
Regresaré si me apetece,
he regresado a pie.
Lucrecio afirma la uniformidad
del mundo, y para tal
improrrogable veredicto, aporta
la siguiente razón:
que no puede cambiar de forma
lo que originalmente
carece, en sí de forma.
El sol anida en la ciudad del polen.
Otro propósito no existe
Sueño con regresar,
solo que no sé adónde.
Donde piafen los pájaros
y canten los caballos.
Tarde o temprano voy a descansar.
No pienso hablar con nadie más
mientras regreso a casa:
es un viejo consejo que me dieron mis papás.
No sé si ya he dicho que me bajé
de mi caballo y que
No estaba en el fondo del mar,
Soy la belleza, dijo,
y estoy muy enfadada.
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