Sube la marea y queda atrapado. Abandona el coche junto al rio circular de agua, pero apaga el motor solo cuando comprueba, mirando desde lejos, todo lo lejos que puede, que no parece que el agua vaya a subir mas.
Pasan las horas, la noche cae despacio. Se sienta en el suelo, cerca del coche. Maneja con cuidado cada uno de los cigarrillos que, con paciencia, vuelve a encenderse.
Es una forma extraña de sentimentalismo, piensa. Pero aqui y ahora, piensa tambien, no le queda otra cosa.
No es un pensamiento negativo. Es tranquilizador.
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