domingo, 15 de noviembre de 2009

Una marea


Sube la marea y queda atrapado. Abandona el coche junto al rio circular de agua, pero apaga el motor solo cuando comprueba, mirando desde lejos, todo lo lejos que puede, que no parece que el agua vaya a subir mas.
Enciende un cigarrillo y prueba a situarse en el centro de esa isla momentanea, para mirar en derredor. El cigarrillo se le cae, ¿esta mareado? No, es algo asi como una fuerza magnetica: hace saltar las cosas de sus manos. Recoge el cigarrillo, que ha amenazado, rodando, con llegar hasta el agua. Sigue caminando, lo hace en circulos: moviendose sobre sus piernas, sintiendolas moverse -y el encaramado alli, encima-, se siente mas seguro.

Pasan las horas, la noche cae despacio. Se sienta en el suelo, cerca del coche. Maneja con cuidado cada uno de los cigarrillos que, con paciencia, vuelve a encenderse.
Es una forma extraña de sentimentalismo, piensa. Pero aqui y ahora, piensa tambien, no le queda otra cosa.

No es un pensamiento negativo. Es tranquilizador.

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