miércoles, 3 de mayo de 2017

Diario (5)

El espejo siempre era como la ventanilla inquietante, 
quizá la ventanilla del vagón de al lado.
Ramón Gómez de la Serna


(Con Ana Gorría:)

-Qué contento estás.
-Nah, es entusiasmo vacío, como el significante de Lacan.

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Yo creo en las cafeteras como otros creen en Dios.

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Mariprosear: dícese de un escritor si se regodea en su prosa.

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Toda redundancia es un oxímoron que en el último momento se acobarda.

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-¡Papá, papá, papá! ¡Mira, mira, mira lo que pasa en el cielo! -me dice Pablo.
Y voy a ver qué pasa.
Es el atardecer.

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—Cariño, esta tarde tenemos visita.
—Vale, voy a ponerme el pijama de las visitas.

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"Un año participando en un ‘reality’ que ya había sido cancelado", dice el titular, y leo más abajo que "las diez personas que han resistido hasta el final vuelven a su casa sin saber del Brexit o de la victoria de Donald Trump. O que, tras la emisión de cuatro entregas, su reality fue cancelado en agosto de 2016. Se anunció como un experimento con el que se asistiría a la construcción de una sociedad de la nada en medio de la naturaleza, lejos de la tecnología y las herramientas modernas. Pero después de que la audiencia cayera, la cadena canceló la emisión. Y lo hizo sin avisar de ese detalle a los participantes".
Una noticia que me sumerge en grandes dudas existenciales. ¿Y si la realidad es un reality que Dios canceló hace ya muchos siglos?


                            *


Hace un rato me he puesto el London Calling de los Clash, y justo cuando empieza a sonar "Lost in the supermarket", descubro que estoy buscando algo en Amazon.
Hemos llevado el laberinto a nuestras casas.


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Decir de un escritor que te gusta su prosa, ¿no es como decir de un atleta que te gusta la gracia cadenciosa de sus andares?

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No es que no me guste esta última frase, es solo que no creo en ella.
Tachar un texto de forma que pueda seguir leyéndose, esa forma modernuqui de escritura pasivo-agresiva.

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-¿Sabes? Hemos encontrado un nuevo batería y estamos muy contentos, es un máquina. Solo que, bueno, que hasta ahora ha tocado en un grupo heavy...
-Ah, no, pero de puta madre. Si esa es una de las pocas certezas, una de las pocas cosas claras que me quedan a mis cuarenta y pico años: un heavy es siempre de fiar. Fin.


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"Logran cambiar, desde el presente, un evento del pasado. Un grupo de investigadores consigue modificar varias partículas de luz mediante el entrelazamiento cuántico".
Leo este titular que alguien comparte y siento asombro, ¡es revolucionario! Pero luego abro la noticia y veo la fecha: mayo de 2012.
Y entonces siento miedo.

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Esa zona de ti ultrasecreta, absurdamente infantil y terriblemente agresiva. Lo llamaremos la Corea del Norte de tu alma.

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Las nuevas ediciones de la Biblia avisan al principio del Libro del Apocalipsis: ALERTA, SPOILERS.

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Los alumnos -2º ESO- tienen que localizar la parte dialogada de un texto, que en realidad es un monólogo. "¿Cómo se llama cuando un personaje habla solo?", pregunto para que me respondan "monólogo".
-¡Marginao, profesor! -responde un chico.

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Antes del recreo, y sobre el examen que tenemos tras el recreo: 
-¿Has puesto el examen muy difícil, profesor? ¿Has puesto muchos complementos de régimen? ¿El texto a comentar es fácil?
-Es mejor que no os haga ningún spoiler.

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La novela realista y los «trapicheos de los demás». En un examen, una alumna de cuarto de ESO me explica que La Regenta es «una historia que cuenta los trapicheos de los demás».

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La crítica literaria y los sacramentos, o el crítico como sacerdote: bautizar noveles, darles su primera hostia, confirmar talentos, casarlos con otros bajo marbetes generacionales u otras etiquetas y, finalmente, darles la extremaunción.

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Terminar de corregir un texto es hallar la forma de librarte de ese invitado que se instaló en tu casa y empieza a prolongar su estancia demasiado.

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Corregir, corregir hasta que llegas a ese punto en que te dices: que sea lo que Dios, o sea, el lector quiera.

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Mi hijo, con tres años y medio, ya me corrige. Enganchadísimo como estoy a la última canción de Los Planetas, la escucho una y otra vez y, siempre que canturreo aquella parte de "estoy cayendo pa arriba", él, incansable, añade que "estoy cayendo pa abajo".
Como decía el clásico, el niño es el padre del hombre.

                            *

Una madre, en el parque, amonesta a su hija, en todo caso de manera moderada; pero otra niña sale corriendo y grita al resto de chiquillerío: «¡Atención, cuidado! ¡Tormenta de mamás!»





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