domingo, 2 de marzo de 2008

La novia: un vals


(Contrahomenaje a Charles Bukowski)


Dicen que la rutina mata el amor, no sé si fue nuestro caso. No en un principio, desde luego. Todas las tardes de los sábados dedicábamos entre una y dos horas a hacer el amor. Despacio. Después, indefectiblemente, salíamos a escuchar conciertos sinfónicos.
No se puede decir que nos separase la música atonal, porque también la escuchamos al principio de nuestra relación. Schönberg, Berg, Schnittke, y en medio Stravinsky, Bach, Mahler: los saltos que se quiera, sólo con que fluya en la mitad aproximada. Al final, como al principio, sentados el uno junto al otro mientras el ruido previo a la melodía -atonal ésta, después, o no- navega antes de acompasarse, después del prolongado silencio.



Así la luz persiste en mis ojos, no sé si en los de ella; hace unos minutos se hizo la oscuridad, se apagaban los focos del auditorio sólo para que nos susurráramos el uno al otro, antes de que se apagasen: “¿Se han apagado?”. No, aún hacíamos el amor durante hora y media; despacio.


Rin-ran-ña-ña-run-ri-ñiiiiiii-ran.


Arranca al fin la orquesta, antes de empezar: me relajan sus maniobras para afinar. No es para afinar, responde ella, sino para limpiar el oído de los ruidos previos que traemos, como una infección, de la calle; como el sorbete de limón para matar el sabor del plato anterior.


Hum, respondo. Pero, ¿quién tiene razón?
Hace un tiempo, también fue un vals.

1 comentario:

sr hueso dijo...

¿qué tiene este vals que me tanto me gusta releerlo?