martes, 6 de mayo de 2008
Un poema de Louise Glück
EL LIRIO SALVAJE
Al final de mi sufrimiento
había una puerta.
Escúchame atentamente: eso que llamas muerte
yo recuerdo.
En lo alto, ruidos, ramas de pino en movimiento.
Luego nada. El sol mortecino
parpadeó sobre la superficie reseca.
Es terrible sobrevivir
como conciencia
sepultada en la tierra oscura.
Luego se acabó: eso que temes, ser
un alma y no poder
hablar, terminar bruscamente, la tierra rígida
combándose apenas. Y lo que me parecieron
pájaros arrojándose a los matorrales.
A ti que no recuerdas el tránsito desde el otro mundo
te digo que pude hablar de nuevo: todo aquello
que regresa del olvido regresa
para encontrar una voz:
del centro de mi vida surgió
un manantial inmenso, sombras
de azul abisal sobre agua de mar celeste.
(Traducción de Adolfo Gómez Tomé,
en El coloquio de los perros nº20)
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