b) En la entrada anterior hablé de un recital; finalmente, como avisaba Joseda en comentario, no fue Jesús de la Ossa sino José Alcaraz. De repente, los tres empezamos a ver con estupor cómo la carpa se llenaba de madres con sus niños: alguien había corrido el bulo de que íbamos a leer literatura infantil. Una vez abrimos el acto, Juan de Dios tuvo que explicar que estábamos allí para presentar y hacer una breve retrospectiva de "El coloquio de los perros", una revista literaria, literaria a secas, no un espectáculo de títeres ni nada parecido; las madres se levantaron y se fueron con sus chavales. Si llegan a avisarnos, a mí al menos no me hubiera importado preparar cuentos o poemas para niños. Raro, incómodo...: en fin.
c) Yo no debería estar aquí ahora, escribiendo esto, pero es que sobre todo quería decir que en los intervalos de los intervalos de los descansos, o sea diez minutos al día, vuelvo a los cómics de Jack Kirby (curioso, con él arranqué esta bitácora). Porque amo sus tebeos entre la sci-fi y lo telúrico, sus personajes entre el clown, el fool y el príncipe shakespereanos en uno -¿Hamlet?-, y el mito inca; sus perpectivas imposibles, las máquinas e ingenios inspirados sólo en parte en el mundo que compartió con nosotros: la mayor proporción de todo eso la sacó de un mundo que sólo existió en su cabeza, y cuyo secreto se llevó a la tumba; la fuerza hipnótica del avance de sus narraciones, de los encuadres con que se nos sirve. Se me ocurre que es el William Blake de la era atómica.
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