domingo, 23 de octubre de 2016

Apocalipsis Dylan


No entender el premio Nobel de literatura a un cantante que es mucho más que simplemente un cantante es como entender que el premio Nobel de la paz solo debieran ganarlo politólogos.

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Y el año que viene a Alan Moore. Hombreyá.

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Pues no, amigos, tenéis razón: Dylan no hace poesía. Dylan no hace poesía pero sí ha marcado para siempre la parte literaria que hay en la canción. Es por esto que su impronta y su figura son excepcionales, igual que el premio Nobel que le han dado. No creo que vuelvan a dar un Nobel de estas características en mucho tiempo, quiero decir que no se me ocurre a nadie más fuera de lo estrictamente literario a quien puedan dárselo. O bueno, sí, me viene a la cabeza algún barbudísimo guionista de cómics. Pero mejor no seguir soliviantando los ánimos, que el Nobel de la paz van a tener que dárselo el año que viene a quien calme hoy las redes sociales, después de lo de Dylan.

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Stuck inside of Nobel with the Dylan blues again.

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O como podría versionarlo ahora mismo Kiko Veneno:

“Atascados en el debate de Dylan y sin poder salir”.

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Y la fiesta que seguirá cuando os enteréis de lo de Wonder Woman y la ONU.

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Yo solo sé que a la mañana siguiente, a las siete y media, en el tren que me llevaba al trabajo, alguien a mi lado leía a Murakami. Dream is over.

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"Pero ¿qué es literatura?", leo una y otra vez estos días, por aquí. Y yo recuerdo a Jack Skeleton triturando las bolas de un árbol de navidad y analizando sus restos al microscopio, para tratar de entender qué es la navidad.
Uno puede tomar una buena definición de lo que sea la literatura y seguir todos sus pasos para tratar de re-producirla (re-escribirla, re-leerla). Pero lo más probable es que obtenga un truño.
Y la literatura, amigos, es como el amor: no se define ni se reduce a teoría. Simplemente se hace.
Hacerlo, desde luego, es más divertido.
Paz y amor. Y abrigaos un poco esta mañana, que hace algo de frío.
  
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-Volviendo al Nobel de Dylan...
-Ríndete, Dorothy.

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Y al tercer día, defensores y detractores del Nobel de Dylan abandonaban Facebook al unísono para encontrarse en la realidad. Y se abrazaban y bebían, por la noche, y seguían bebiendo. Y brindaban a la memoria de don José de Echegaray, insigne dramaturgo de su tiempo, pero además gran matemático, y brindaban también por la memoria de otros tantos, tantísimos escritores del Nobel olvidados: Sully Prudhomme, Theodor Mommsen, Giosuè Carducci, Rudolf Christoph Eucken, Selma Lagerlöf, Paul von Heyse, Gerhart Hauptmann, Verner von Heidenstam, Karl Adolph Gjellerup, Henrik Pontoppidan, Carl Spitteler, Władysław Reymont, Grazia Deledda, Sigrid Undset,Erik Axel Karlfeldt, Roger Martin du Gard, Frans Eemil Sillanpää, Johannes Vilhelm Jensen, Pär Lagerkvist, Halldór Laxness, Shmuel Yosef Agnón, Patrick White, Eyvind Johnson o Harry Martinson. Y luego brindaron por una lista de escritores aún más prodigiosa, la de todos aquellos genios que el mundo recordaba pero que el Nobel olvidó. Y siguieron bebiendo, de tal forma que muy pronto habían olvidado ya qué cosa era aquella del premio Nobel. Y cuando amanecía estaban borrachísimos, y se abrazaban y cantaban todos juntos las canciones de Bob Dylan mientras regresaban a casa con los ojos inundados por lágrimas de reconciliación y de felicidad.

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«No sigas a los líderes, vigila los parquímetros.»
Bob Dylan


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Imagen: En Manuel Vilas, España, (2008).


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