Los delfines nadaban con rapidez detrás de las enormes paredes transparentes. Abrió una escotilla mientras le explicaba que los adiestraban para la guerra.
-Van en grupos reducidos –explicó el monitor-, y nunca han sido protegidos porque las clasificaciones hechas hasta ahora no cubren su enorme variedad.
-Francamente, esta mañana no estoy para necroscopias –susurró Manuel a su compañera; ésta se inquietó por si los oían, y sólo le respondió cuando se quedaron algo rezagados de los demás:
-Te jodes. Alguien debe realizar nuestro trabajo.
Un tipo vestido de tortuga ninja se acercó a nuestro grupo. “El reconocimiento microscópico deben realizarlo los equipos veterinarios”, dijo. Arrastraba un aparato con ruedas del que emergían cables como tentáculos, que se movían siguiendo el espasmódico ritmo de una música ambiente.
Sí: podía verlo y oírlo todo desde allí arriba. Apagó el cigarrillo. Miró hacia el océano.
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