domingo, 16 de marzo de 2008
Ella y yo, ida y vuelta: una noche
Salí pero no para emborracharme, aunque lo hice; para que me diese el aire, aunque acabé confinado en sucesivos tugurios de viciado ídem: luces estroboscópicas, ruidos atronadores, cuando se me acercó Patricia pensaba en todo eso, en cómo me aburría después de una juventud desperdiciada entre sus espejismos y también en que, al fin y al cabo, no se estaba mal envuelto en ellos. Siempre tuve un sentido protocolario, en última instancia rutinario, con carácter de obligación social, de la salida y del alcohol; no hay muchas más opciones, acaso, para una juventud sin imaginación en una ciudad pequeña. De cualquier forma se acercaba el final de mi juventud, pensé exageradamente. Allí estaba ella: me puse firme, o fingía no estarlo para estarlo más que nunca. Pensaba en la juventud al mirarla y era como si todos mis boletos perdedores hubiesen revalidado de un golpe de mano su curso legal, tras sus derrotas del pasado, para volver a probar suerte. La miré y ella me sonrió, o quizás fue al revés. Después nos fuimos juntos.
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1 comentario:
me gusta tu mundo!! me gusta me gusta
lejos, o cerca, quien sabe
lau
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