martes, 11 de marzo de 2008
Un estilista: aterrizaje y despegue (también viceversa)
Cuando lo conocí y lo escuché expresarse, no podía creerlo. La persona que había escrito, acaso, la mejor prosa del siglo pasado, quien, aún joven, había sido considerado el más absoluto dueño de los arcanos de nuestra lengua si con ella se busca fascinar quien leyere, era incapaz ahí delante, tembloroso junto a la barra, de enhebrar las cuatro palabras necesarias para pedir un café con leche.
Sólo antes de despedirnos, después de dos horas en las que apenas pude entender nada para mi desesperación, para ruina de mi investigación, y durante las que, huelga decirlo, no saqué en ningún momento a colación su extraña afasia, recuperó cierta inteligibilidad en su dicción para excusarse él mismo de esta forma:
-Es como tratar de despegar un Boeing, cada cinco minutos, para viajar hasta la vuelta de la esquina.
Sólo antes de despedirnos, después de dos horas en las que apenas pude entender nada para mi desesperación, para ruina de mi investigación, y durante las que, huelga decirlo, no saqué en ningún momento a colación su extraña afasia, recuperó cierta inteligibilidad en su dicción para excusarse él mismo de esta forma:
-Es como tratar de despegar un Boeing, cada cinco minutos, para viajar hasta la vuelta de la esquina.
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